viernes, 12 de diciembre de 2014

La primera vez

Era la primera vez. Una primera vez demasiado primera; tan no imaginada que hubiera parecido imposible que se diera no solo una primera, sino incluso alguna vez...


Tenía tantas ganas de besarla que descaradamente mis ojos buscaban sus labios. Me hipnotizaba unos segundos con su boca. Una boca perfecta para el deseo. Labios carnosos, todo jugo entre ellos. Rosados, casi rojos, voluptuosos. Imposible no querer probarlos, no intentar alcanzar a rozarlos siquiera. Una fuerza poderosa te llevaba a ellos como las olas del mar te arrastran hasta la orilla. Y como esa ola que va y viene, sin parar: un deseo estático que no cesa.

Ella no era consciente de la revolución que provocaba porque había nacido con ese magnetismo. Que era guapa, lo era. Pero no una belleza vacía que te lo da todo a primera vista. No, su atractivo era potente: la cadencia de sus gestos, su mirada, el modo en el que movía las caderas al andar. ¡Cómo caminaba! Parecían pasos de baile los que daba. Todo con un ritmo perfecto, en la postura, en reposo, en movimiento. Verla, solo observarla unos minutos te subía las pulsaciones. La fuerza de sus encantos nunca pasaba desapercibida. Era una mujer extraordinaria. 


Yo no tenía capacidad para rechazar ese fruto. No era posible decir no en nombre de la normalidad, o cualquier otro cuento chino. Me excitaba solo mirarla un poco. La deseaba hasta el dolor. Mis latidos desbocados llegaban casi a hacerme perder el sentido. Y tenía que respirar profundo para reanimarme dentro de esa muerte que suponía no echarme en sus brazos y abandonarme al placer húmedo, chorreante; empapada en sus besos, su saliva, sus dientes; el tacto de su piel, su cuello, su pecho, las curvas de su cuerpo, el roce de su sexo, el orgasmo perfecto: intenso, largo, casi mortal...

El juego erótico ya no se disimulaba. Ella sabía tanto como yo que íbamos a caer la una sobre la otra, revueltas o mezcladas en el acto supremo. Nos deseábamos con la urgencia de la primera vez que tocas el cielo, alentadas, dispuestas a no perdérnoslo.