lunes, 10 de febrero de 2014

Juan Pozo






- Pase, entre y siéntese, por favor. 

- Con su permiso [sentándose].

- Sí, por favor. Y bien, me han dicho que usted es escritor... ¿Alguna prueba de ello?...
¿Debo creer que usted es realmente escritor porque escribe o...?

- No, por favor, permítame que lo interrumpa. No, “escribir” no es el motivo, escribir es de lo más común, diría que es hasta vulgar. No me malentienda, yo no escribo...

- ¿Quiere usted decir que no es escritor?... No me conteste, mejor, hábleme de un día normal en su vida. Cuénteme una de sus jornadas más comunes de estos últimos... ¿diez años?

- Me levanto siempre temprano, la edad hace que madrugue y duerma poco. Me aseo, desayuno y de sopetón empiezo a respirar como si antes estuviera muerto. Sí, es después del desayuno, cuando escribo. No escribo solo por la mañana, también después del almuerzo, antes y después de la cena y antes de dormir (hay noches que me desvelo escribiendo, le quito horas al sueño que luego me las cobra por la mañana). Sin embargo, y eso me parece curioso, nunca me he despertado en la madrugada y me he levantado a escribir, nunca. Si me levanto, muy pocas veces, es para ir al baño y volverme a mi cama a dormir. Como un robot, sin apenas conciencia, un sonámbulo cuya vegija manda.

- Continúe, por favor, es muy interesante eso que dice, muy, pero que muy interesante...

- No, si yo ya he terminado.

- Con que esas tenemos... Ese es un día “normal” en su vida. Muy interesante, ¿no cree usted?.

- No sé que decirle, comprenda que para mí es un día “normal”

[Silencio]
[Se miran el uno al otro durante unos segundos]

- De modo que es usted un escritor profesional [casi suspirando].

- Yo no he dicho eso. Escribir nunca ha sido mi oficio. Quiero decir que no vivo de ello.

- Y entonces, puede usted decirme a qué se dedica, cómo se gana la vida, qué actividad (aparte de escribir) ocupa su tiempo.

- Si se refiere a quién trae el dinero a casa, es mi mujer la que lo hace. Vivimos de su sueldo los dos, pues mi pensión es ridícula. Yo estoy en casa, me ocupo de las tareas domésticas (más o menos), los perros, la comida (a veces)...

- Y aún así, le queda tiempo para escribir... Muy, pero que muy interesante.

- Le repito que a mí no me resulta llamativo. Es mi vida, ya me la sé.

- Todavía no he leído nada de usted. Tengo la costumbre de entrevistarme con el escritor antes de hacerlo. Siempre lo he hecho así, y llevo treinta años... ¿qué le parece?
[Siempre hace preguntas sin esperar respuesta]
Pero dígame, ¿sobre qué escribe?, ¿qué género es el suyo?, ¿o quizás toca varios palos?

- Mis escritos, probablemente, no le resulten interesantes.

- ¿Por qué dice usted eso?

- Porque no responden a ningún... ¿"género", ha dicho? No sé cómo explicarlo.

- Inténtelo, por favor.

- Mi impulso brota casi siempre de un espasmo a nivel del sistema parasimpático.

- Del sistema pa-ra-sim-pá-ti-co, ¿qué me dice? Justamente del parasimpático. Asombroso. Si pudiera usted desarrollarlo, por favor.

- Hay poco que desarrollar. Si conoce el sistema nervioso, el parasimpático pertenece al sistema nervioso autónomo, que controla las funciones y actos involuntarios. Es decir, que el acto de escribir en mí, funciona así. Ahora bien, que sea involuntario no quiere decir que no sea vital, usted me entiende, ¿no?

- Puedo hacerme una idea, pero continúe, por favor, no se pare.

- Hay días que puedo notar el nervio vago, ese que cuando lo presionas quita el hipo. Pero..., ¿de verdad le interesa esto? Creo que usted me está tomando el pelo, perdóneme que sea tan franco, pero...

- No hay peros que valgan. Usted me interesa. Tengo mis razones. Pero siga, por favor, haga un esfuerzo y explíqueme qué escribe y no, por qué escribe. No es tan difícil, sobre todo para un escritor.

- Yo no soy escritor. Discúlpeme, creo que no he sabido explicarme. Escribo por impulsos y como no puede ser de otra manera mis escritos son eso mismo: solo impulsos, no me sale otra cosa. No podría llamarlo de otra manera. No quiero. No puedo, para ser honesto, decir que soy escritor. Y sí, escribo; todo lo que sale de mis gastadas neuronas se transforman en absurdas historias, absurdos cuentos, absurdos poemas, absurdos diálogos... Nada que merezca la pena. Desengáñese, no escribo nada que pueda interesar a nadie, ni siquiera a usted que me mira alucinado, pensando que tiene delante algo interesante. Ni siquiera un verso, ni una línea, ni un guión puede merecer la atención de nadie. Tampoco puedo pedir nada, porque no es algo que yo controle. Recuerde lo del parasimpát

- Cállese, no siga. Usted tiene algo oculto, algo que solo usted es capaz de crear, casi sin esfuerzo, y ¿pretende que a mí no me interese ver, leer su “obra parasimpática”? Menudo majadero sería yo si desperdiciara esta oportunidad que usted..., sí, no me mire con esa cara de aburrimiento, usted me está brindando. Haga el favor de entregarme algún escrito suyo, y márchese de una vez. Me ha puesto de muy mal humor. Pero una cosa no quita la otra. Necesito leer algo de usted ya. No puede negarse, usted sabía que venía a eso. Dio el permiso por escrito, todos sabíamos de qué se trataba. No me diga ahora que se echa para atrás. Eso es imposible, sería ilegal. Dígame que seguimos en esto. Dígamelo, no deje que le suplique más. Esto me está superando.

[Unos segundos de silencio. Saca del bolsillo de su pantalón un folio doblado y se lo entrega]

- Esto lo acabo de escribir hace un rato ahí fuera mientras esperaba. Se me ha hecho tardísimo. Tengo que irme.

- Pero, ¿se va? ¿No espera a que lo lea?

- No. Debo marcharme. Ahora ya no puedo. Hágase cargo, eso que he escrito, un impulso absurdo, es ya suyo.

[Se marcha]


[Con el folio en sus manos, comienza a leer en voz alta]


“ Mi nombre es Juan Pozo, tengo 65 años, pero aparento muchos menos, casi diez menos, según mi mujer. No es que me preocupe mucho el tema. La realidad es que yo cada día me veo más viejo. Ahora estoy aquí esperando a que me haga una "entrevista” un señor al que han convencido de que soy escritor. No sé quién le ha podido meter esa idea en la cabeza. Yo no, desde luego; no lo conozco de nada. Me incomoda esta espera, y acabo de llegar...
En un momento traspasaré esa puerta y me convertiré en un pobre hombre gris superado por la situación. No me gusta. Yo soy más de paseos por el campo, leer en casa tranquilo, escuchando música de jazz, sobre todo. Si tengo que hablar con un desconocido de algo que no existe y resulta que estoy equivocado, no sé cómo reaccionaré y eso me inquieta sobremanera. ¿Qué hago yo aquí?
Escribo mucho, le diré. Escribo como respiro. No, si ya verás tú como me sale un poema. Mira que lucho contra este vicio mío. Soy incorregible. Sé que tengo un problema y ahora se lleva convertir problemas en poemas. Lo he leído no sé donde. Cuando era niño, solía fantasear mucho: imaginaba personajes y les daba voz, los interpretaba y los dirigía caprichosamente. Me corregía a mí mismo si alguna vez sentía que no lo había dado todo.
No me interesa su opinión le diré. Me arriesgaré y seré un maleducado. Ya sé: interpretaré un papel. Otro más. Será facilísimo. Ya estoy más tranquilo.

Pase, dice. Menudo papelón." 







De RELATOS PARASIMPÁTICOS (Un impulso absurdo)



Teo.
10 de Febrerro de 2014